Carolina Caceres
La siguiente es una transcripción editada de mi intervención en la Mesa Central “Cuidar en tiempos de ajuste: precarización, organización y perspectivas futuras en las ocupaciones de cuidado” del 17 Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. La grabación de la mesa se encuentra a disposición en el canal de ASET: https://www.youtube.com/live/TZiyH7EqDdQ?si=1GlnuV6SPfeNcCZk
En primer lugar, un agradecimiento por la invitación a discutir sobre las Tareas de Cuidado, en particular sobre la Enfermería, y la posibilidad de visibilizar las tareas y las luchas del sector.
Lo primero es definir desde qué marco me paro para decir que la enfermería es una tarea de cuidado. Entendiendo la división social del trabajo en dos grandes secciones —la producción y la reproducción—. La producción, aquella que genera la mercancía, y la reproducción, aquella que posibilita la reproducción de la fuerza de trabajo que genera esas mercancías. en el capitalismo, las actividades de producción, son más ligadas a la generación de ganancia y por tanto a una retribución económica por dichas tareas, y las actividades de reproducción social, con escasa o nula retribución económica, más ligadas a la idea del sacrificio por amor, por instinto o por una llamada vocacional.
A través de la imposición de roles de género, de la familia nuclear patriarcal y de la idea de vocación, se instala “la mujer” como sinónimo de madre, con la realización personal a través del cuidado, haciéndolas responsables de las tareas de reproducción de la fuerza de trabajo, o dicho de otro modo, de cuidado: todas las tareas que hacen posible que un obrero esté listo para tomar tareas productivas, esto es, que sean alimentados, que tengan la ropa necesaria, que limpien el hogar, que se les cuide en la enfermedad, que se crie y se eduquen nuevos obreros. Esto nos lleva a entender que la organización social del cuidado está desigualmente distribuida por género y también por ingresos.
Pese a que las mujeres han ingresado a las actividades productivas, en la actualidad continúan teniendo sobrecarga laboral, física y mental, ligada al sostenimiento de las tareas de cuidado, en la mayoría de los hogares. Basta con ver las estadísticas del INDEC, en encuestas realizadas a hombres y mujeres, sobre la cantidad de horas al día dedicadas a tareas de cuidado, ya sea en los hogares en que ambos trabajan fuera del hogar, como incluso en los que es la mujer quien trabaja más horas fuera del hogar, y de todas maneras es quien más actividades de cuidado realiza en el hogar. Según la OIT “en Argentina, casi 3 millones de mujeres trabajan en los sectores del cuidado. De ese total, 9 de cada 10, realizan estas tareas sin remuneración y dedican el doble de tiempo que los varones”.
Estas labores históricamente feminizadas y desigualmente distribuidas, siguen siendo subvaloradas, invisibilizadas y nula o precariamente remuneradas, a pesar de su función estructural en la sociedad. La falta de regulación, los bajos salarios, la sobrecarga y la escasa participación en espacios de decisión son algunos de los ejes a abordar.
Pese a que hay debates en torno a cuáles son los límites de las actividades que se pueden definir como actividades de cuidado, la enfermería no deja lugar a dudas, se define a sí misma como “el arte y la ciencia del cuidado”. No es casual que sea la profesión más excluida de los reconocimientos profesionales de la salud, pese a ser la más numerosa del sector y a abarcar todos las etapas de salud-enfermedad-atención de las personas/familia/comunidad —desde la promoción y prevención, todas las especialidades y niveles de atención, hasta la rehabilitación y los cuidados de fin de vida.
La enfermería no escapa a las problemáticas que afectan a las tareas de cuidado: falta de reconocimiento, bajos salarios, sobrecarga laboral, precarización y pluriempleo. Además, al ser una profesión históricamente feminizada, la mayoría de las compañeras, comparte la realidad del resto de las mujeres: la carga extra de tareas de cuidado del hogar, a la que por ser enfermeras, se suma especialmente del cuidado de familiares (familia extendida, amistades) que cursan algún problema de salud, y en muchos casos hasta de vecinos/as que no cuentan con apoyo familiar o estatal, especialmente en contextos de ajuste.
En contraposición, las enfermeras se han plantado, se han ido empoderando, y han llevado adelante una lucha heroica. En el caso de la enfermería en CABA, heroica por las dificultades que presenta llevar adelante una lucha sin apoyo del sindicato mayoritario del escalafón general, en pandemia (estando en primera línea), así como en contextos de retroceso de derechos para las y los trabajadores.
En 2018, con la sanción de la ley, la enfermería lo sintió como “un cachetazo en la cara”, y surgió un movimiento de autoconvocatoria masivo. Enfermeras y enfermeros de hospitales públicos, del sector privado y de cuidados domiciliarios salimos a la calle. La ALE se posicionó fuerte, realizamos concentraciones en la Legislatura porteña, movilizaciones, caravanas, acampes, cortes de calle, escraches, juntada de firmas (presentando una iniciativa popular), recorrimos despachos y medios de comunicación, y realizamos amparos judiciales junto a otras organizaciones del sector. El resultado fue una mínima conquista: logramos que finalmente en 2024 se discutiera en la Legislatura nuestro proyecto de inclusión, pero el GCABA presentó un proyecto de carrera “especial” para la enfermerÍa, y logró aprobarlo, negociados mediante (por un voto), obteniendo solo la promesa de equiparación salarial a futuro.
La exclusión es injustificada, es un hecho discriminatorio. La enfermería tiene carrera de grado, posgrados (especialidad, maestría, doctorado), varias especialidades con residencias propias reconocidas por el ministerio de salud de nación, así como especialidades con residencias interdisciplinarias, matrícula profesional, Ley de ejercicio profesional en CABA y Nación, y un corpus científico propio (diagnósticos y tratamientos autónomos). Sin embargo, seguimos en una carrera paralela y con representación gremial limitada a la del escalafón general (mayoritariamente masculina y con escasa participación de enfermeras/os), sin un gremio de la enfermería sentado en la paritaria a través de la representación de la Federación de Profesionales del GCABA como debería ser.
Actualmente, lamentablemente, aprovechando esto de una carrera propia para la enfermería, a alguien se le ocurrió —la Asociación de Médicos Municipales presentó el proyecto en un acto junto al Ministro de Salud del GCABA— que era buena idea entonces proponer una nueva carrera para médicos. La excusa: que los médicos requieren un reconocimiento especial porque no pueden estar cobrando lo que están cobrando. Pero parece que el resto de profesionales de la salud, sí debe seguir cobrando así. ¿por qué fragmentar la carrera aún más, en vez de luchar de conjunto por una recomposición salarial histórica para todo el equipo de salud?
Este es un grave error, en primer lugar porque genera mayor fragmentación en un sector que ya está fragmentado. Y para todo el ajuste, recorte y ataque a trabajadores del sector público, que propone el Gobierno nacional y que el GCABA apoya (de hecho se presenta como parte de ese espacio político), lo que necesitamos es unidad para luchar. En segundo lugar, porque desde hace tiempo, tocar convenios colectivos suele tener resultados negativos para las y los trabajadores, especialmente en contextos de ajuste y ataque a la clase trabajadora (aquella que vive de su trabajo, por más profesional que sea).
En cuanto a la llamada “crisis del cuidado”, viene de larga data, y en este debate coincidimos varias compañeras en la mesa, con que llamarla crisis puede dar a entender que se trata de un proceso “agudo”, actual, cuando en verdad es una patología que se ha cronificado. Pero si nos referimos al proceso actual de ajustes y recortes (como los que se dan en áreas de discapacidad, jubilaciones, salud, educación), su impacto no solo afecta la salud, el bienestar y desarrollo de quienes reciben cuidados, sino también a quienes los brindamos, aumentando las desigualdades y limitando la participación laboral de las mujeres y la continuidad escolar de las adolescentes. En contextos de crisis socioeconómica, crece la necesidad de cuidados y con ello la sobrecarga sobre las trabajadoras, la feminización de la pobreza es un hecho.
Ante este escenario, necesitamos unidad de las luchas. No sirve fragmentarnos, ni encerrarnos en debates partidarios que alejen a los compañeros. No podemos esperar obsecuencia y pretender participación. Para generar esa unidad hay que hacerse algunos planteos nuevos, no reducirse a quejarse por “los compañeros que votaron mal” o estar enojados con ese compañero que se cansó de un discurso hipócrita que no coincide con las condiciones materiales del pueblo trabajador. Entonces si bien este contexto es atroz, había muchas cosas que estaban mal, muchas para mejorar y hay muchas cosas que se tienen que poder discutir. Y si se cierra la discusión defendiendo cada uno su posicionamiento político partidario impedimos ese debate necesario para generar que los compañeros primero tengan conciencia de clase, segundo dejen de ser captados por estos discursos de odio que justifican la política de la crueldad, y tercero se unan para dar la pelea.
Porque si reconocemos que la precaria situación de las actividades de cuidado está directamente relacionada con el sistema económico, que se sostiene a través de que las mujeres cuidemos gratuitamente, resulta claro que la transformación que se requiere es profunda, y para eso se requiere participación y lucha. Unidad de las luchas para frenar el saqueo.
La lucha es colectiva y la solución la tenemos que construir de conjunto.
Bibliografía
- https://www.youtube.com/live/kbIZeZInzlw?si=5N2-dzdhWCi3wNoL
- https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/sociedad/enut_2021_resultados_definitivos.pdf
- https://www.ilo.org/es/publications/boletin-oit-cepal-igualdad-de-genero-licencia-maternidad-partenidad-parental
- https://www.ilo.org/global/topics/care-economy/lang–es/index.htm