Editorial #4

Desde la publicación de nuestra edición anterior, el sistema de salud porteño volvió a mostrar tensiones que no son nuevas, pero sí cada vez más explícitas. En distintos ámbitos institucionales y académicos reaparecieron planteos orientados a justificar la creación de carreras profesionales exclusivas dentro del sistema. Este tipo de iniciativas, presentadas bajo el argumento de un “reconocimiento diferencial”, terminan siempre en la misma dirección: fragmentar la Carrera Profesional de la Salud.

Desde una perspectiva técnica, esa fragmentación implica alterar un marco normativo la Ley 6035 que se construyó de manera participativa hace menos de diez años y que reconoce niveles de formación, jerarquías y responsabilidades de todo el equipo interdisciplinario. Su diseño no es casual: responde a estándares modernos de organización sanitaria, donde la complejidad de los cuidados requiere articulación, complementariedad y trabajo en red. Sin la interdisciplina reconocida, la calidad, la seguridad del paciente y la integralidad de la atención se ven comprometidas.
Desde una perspectiva política, la fragmentación nunca es inocua. En un contexto de ajuste y presión sobre el sector público, dividir al equipo no fortalece a nadie: abre la puerta a la flexibilización laboral, debilita conquistas históricas y facilita la imposición de criterios corporativos que concentran poder y reducen derechos. Separar partes de la carrera significa generar segmentos más vulnerables, más expuestos a reformas regresivas y menos capaces de incidir colectivamente en las decisiones del sistema.

Desde una perspectiva institucional, la verdadera deuda pendiente no es crear nuevas carreras diferenciadas, sino terminar de integrar a las profesiones injustamente excluidas de la actual regulación: Licenciadas/os en Enfermería, en Instrumentación Quirúrgica y en Bioimágenes. Avanzar en esa inclusión es fortalecer el sistema, mejorar la gestión y adecuar la normativa a los estándares que hoy nos exige la salud pública.

A esto se suman discursos mediáticos y sectoriales que intentan jerarquizar unas disciplinas a costa de desvalorizar otras, instalando la idea de que la salud puede pensarse desde una sola mirada o profesión. Esa narrativa no sólo es técnicamente incorrecta: es políticamente funcional a modelos que buscan individualizar, aislar y disciplinar a los trabajadores.

Por eso en esta edición queremos resaltar que desde nuestra mirada las diferencias —de saberes, enfoques y trayectorias— no son un problema: son un activo estratégico. La salud pública se sostiene con equipos sólidos, con reconocimiento equitativo, con responsabilidad compartida. No con fragmentación ni privilegios sectoriales.

El nuevo Consejo Ejecutivo de la Federación de Profesionales del GCABA asume este escenario con una convicción profunda: la unidad del equipo de salud es una condición política, institucional y técnica para garantizar derechos y fortalecer el sistema. Defenderemos la carrera, la estabilidad, el salario digno, la formación continua y el valor indelegable de cada profesión.
Defendemos el tejido colectivo que sostiene nuestro trabajo.

Porque si algo aprendimos en estos años es que, ante cada intento de dividirnos, la respuesta es siempre la misma:
más unidad, más organización y más lucha.

Equipo Editorial de FPSALUD
La revista científica y sindical de la
Federación de Profesionales del GCABA