Vacunación en retroceso: una amenaza para la salud y el ambiente

Foto de Nataliya Vaitkevich (Pexels)

María Rosa Smith

María Rosa Smith
Ambientalista, farmacéutica, Magíster en Salud Pública, Especialista en Farmacia Sanitaria y Legal.


La vacunación como principio de protección transversal: Salud, ambiente y animales en un mismo sistema.

Las vacunas no solo protegen a individuos: funcionan como un principio de protección transversal que sostiene sistemas sociales cada vez más expuestos a la variabilidad ambiental. Brotes de sarampión, coqueluche o hepatitis A no ocurren en el vacío, sino en territorios donde el saneamiento es desigual, la urbanización es acelerada y sin planificación y los servicios ecosistémicos se degradan.

El enfoque Una Salud refuerza esta mirada: las enfermedades prevenibles sólo pueden comprenderse atendiendo a la interacción dinámica entre personas, animales domésticos y silvestres, y los entornos en que coexisten. La vacunación, además de proteger a comunidades enteras, amortigua los efectos de un entorno que —entre calor extremo, inundaciones, deforestación y movilidad internacional— ofrece nuevas oportunidades para la transmisión de patógenos.

Foto de Nataliya Vaitkevich (Pexels)
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Argentina, de referente regional a país en alerta

Durante años, Argentina mantuvo uno de los calendarios de vacunación más robustos de la región: gratuito, universal y obligatorio, con amplia capilaridad territorial y la incorporación temprana de vacunas de alto costo y un fuerte anclaje territorial. Las coberturas alcanzaron valores elevados en gran parte de la década pasada, compatibles con los niveles recomendados por OPS/OMS para asegurar protección comunitaria, coberturas iguales o superiores a 95%, para enfermedades altamente contagiosas como el sarampión [1].

Sin embargo, se observa en los últimos años un descenso que revela señales de deterioro de un sistema históricamente sólido y valorado. El país que supo ser referente regional en acceso y equidad vacunal enfrenta hoy una situación más heterogénea, con coberturas que en varios territorios no logran aproximarse al umbral clave para prevenir brotes.

La caída de la vacunación como síntoma de debilitamiento de bienes públicos

La disminución sostenida de las coberturas vacunales no puede leerse únicamente como un problema sanitario. Es también un indicador del estado de los bienes públicos que sostienen la vida cotidiana: el sistema de salud, la educación, las políticas territoriales, la comunicación científica y la confianza social en las instituciones. La vacunación condensa este entramado porque se sostiene en una certeza compartida: protegerse es una responsabilidad colectiva. En este sentido, su retroceso funciona como una señal sensible del desgaste de ese pacto social.

La inmunización es una de las intervenciones de salud pública con mejor relación beneficio–costo a nivel global. Su declive convierte un logro colectivo en una vulnerabilidad evitable y responde a un conjunto de factores estructurales, sociales y —cada vez más— a la expansión de discursos antivacunas en entornos digitales.

Datos duros: Tendencia en la última década

Los datos de WHO/UNICEF muestran que, durante gran parte de la década pasada, Argentina sostuvo coberturas relativamente altas para vacunas trazadoras como DTP1, DTP3 y la primera dosis de triple viral. Sin embargo, desde 2016 comenzó un descenso sostenido —acentuado en 2018— que llevó a que en 2023 algunos antígenos alcanzaran apenas 60–66 %, valores insuficientes para asegurar protección comunitaria.

Prácticamente todas las vacunas trazadoras presentan un deterioro persistente entre 2015 y 2024, confirmando un debilitamiento del desempeño histórico del calendario nacional [2]. Las vacunas del primer año de vida muestran caídas de 9 a 15 puntos porcentuales, mientras que la segunda dosis de triple viral (SRP2) pasó de un promedio del 90 % previo a 2019 a 46 % en 2024, muy por debajo del 95 % requerido.

La cobertura de la primera dosis de VPH también disminuyó, alcanzando en 2024 valores cercanos al 55 % en mujeres y 51 % en varones [3, 4].

Estos niveles configuran escenarios de mayor vulnerabilidad, especialmente en provincias donde múltiples vacunas caen por debajo del 70 %. Esta heterogeneidad genera “islas de susceptibilidad”, es decir, áreas donde suficientes niñas y niños quedan sin vacunar como para que un caso importado o un aumento de circulación local dispare brotes.

Un mapa fragmentado donde amplias zonas se alejan del umbral de protección comunitaria. En un contexto de movilidad internacional y reemergencia global de enfermedades prevenibles, estos porcentajes son una señal epidemiológica crítica para la planificación sanitaria.

Por qué la vacunación es también una política ambiental

En territorios donde la calidad del aire, el acceso al agua segura, el saneamiento, el hacinamiento urbano, las migraciones y los cambios ambientales acelerados modulan la transmisión de enfermedades, la vacunación funciona como una de las pocas barreras estables disponibles.

El enfoque Una Salud permite comprender estas interacciones: la baja vacunación reduce la capacidad de las comunidades para absorber tensiones ambientales crecientes, como inundaciones, cambios climáticos o mayor movilidad internacional que favorece la circulación de patógenos.

La inmunización es, así, una pieza central de resiliencia socioambiental.

Foto de Life In Lens (Pexels)
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Vacunación veterinaria en animales de consumo: economía, ambiente y salud en un mismo sistema

La vacunación en animales de consumo —particularmente bovinos, porcinos y aves— es un componente central, aunque poco visible, de la salud pública y de la economía argentina. Los riesgos asociados a la caída de la vacunación humana no pueden analizarse sin considerar la dinámica de las inmunizaciones veterinarias. Ambos sistemas están interconectados: comparten territorios, cadenas productivas y riesgos zoonóticos que se amplifican cuando disminuye la inmunidad en cualquiera de los dos extremos. Las campañas veterinarias sostienen la estabilidad productiva, reducen la circulación de zoonosis y fortalecen la seguridad alimentaria, funciones que se vuelven aún más relevantes cuando la inmunidad humana comienza a debilitarse.

La inmunización en animales de producción no se circunscribe al ámbito estrictamente productivo, refleja cómo un país gestiona los vínculos entre economía, territorio, ambiente y salud pública. En Argentina, la ganadería bovina, porcina y aviar sostiene una parte sustancial de las exportaciones nacionales; en este contexto, las enfermedades del ganado no sólo afectan la salud animal, sino que producen impactos directos sobre la economía y el empleo.

La vacunación contra la fiebre aftosa es el ejemplo más claro. Antes de los programas masivos en la región, los brotes generaban pérdidas millonarias y cerraban mercados durante meses. Hoy, el estatus de “país libre con vacunación” —garantizado por campañas obligatorias y fiscalizadas por el Estado— es un activo económico estratégico que sostiene la competitividad internacional.
Por otra parte, diversos patógenos que circulan en especies de producción pueden transmitirse a las personas. La vacunación veterinaria reduce la circulación de agentes zoonóticos, disminuye la exposición de trabajadores rurales y comunidades cercanas, y previene escenarios de transmisión que presionan sobre los servicios de salud.

Impacto ambiental de la vacunación veterinaria en sistemas intensivos

La vacunación en animales de consumo es también una política ambiental. Al reducir la incidencia de enfermedades y, por ende, la necesidad de tratamientos antibióticos, disminuye la presión de selección que impulsa la expansión de resistomas —conjuntos de genes de resistencia que pueden persistir en el ambiente y transferirse a microorganismos asociados al ser humano—. Numerosos estudios muestran cómo estos resistomas pueden movilizarse entre sistemas productivos, ecosistemas y poblaciones humanas [5], evidenciando que la resistencia antimicrobiana es un proceso profundamente interconectado y que su prevención requiere un enfoque Una Salud [6,7,8].

Además, la vacunación previene pérdidas de productividad que, en sistemas intensivos, incrementan la huella ambiental por kilogramo producido: los animales enfermos consumen recursos sin generar rendimientos equivalentes. También evita episodios de mortalidad masiva que, además de su impacto económico, generan grandes volúmenes de desechos biológicos cuya gestión implica riesgos sanitarios y ambientales adicionales. En estos sistemas, la salud animal y la salud del ambiente no son dimensiones separadas, sino partes de un mismo proceso ecológico y productivo que se beneficia directamente de la vacunación sostenida.

Mascotas, ambiente y salud pública: el papel estratégico de la vacunación

Aunque suele quedar por fuera del debate público sobre vacunación, la inmunización de perros y gatos ha sido una herramienta sanitaria central en el control de la rabia urbana en Argentina. La rabia es una zoonosis con una letalidad cercana al 100 % una vez que aparecen los síntomas y continúa causando alrededor de 59.000 muertes humanas por año en el mundo, el 99 % asociadas a mordeduras de perros no vacunados, según la OMS [9].

Los cambios ambientales y urbanos están modificando la ecología de muchas zoonosis. La urbanización acelerada, la pérdida de hábitats y la fragmentación de los ecosistemas generan escenarios donde las poblaciones silvestres quedan cada vez más superpuestas al entramado urbano, alterando la distribución de los reservorios y aumentando la probabilidad de transmisión hacia seres humanos [10].

Desde una mirada Una Salud, vacunar a las mascotas es también una forma de regulación ambiental: reduce la transmisión de zoonosis, modera los efectos de la expansión urbana sobre la fauna nativa y protege a las comunidades frente a cambios ecológicos que pueden aumentar la circulación viral. En este contexto dinámico, la vacunación de perros y gatos opera como una medida preventiva que disminuye estos riesgos y contribuye a sostener la salud socioambiental.

Multicausalidad del descenso y expansión del discurso antivacunas

La caída de las coberturas vacunales en Argentina es un fenómeno multicausal y sostenido. No responde a un único evento ni a un cambio repentino, sino a la convergencia de transformaciones estructurales, socioculturales y comunicacionales que se vienen acumulando desde mediados de la década de 2010. La pandemia actuó como un acelerador de problemas preexistentes: redujo la capacidad del sistema para sostener el calendario habitual, disminuyó la concurrencia a los centros de salud y los controles pediátricos y con ello las oportunidades de vacunación. También introdujo un fenómeno registrado en diversos países: la fatiga vacunal, especialmente en personas que recibieron múltiples dosis contra SARS-CoV-2.

A esto se suman las falsas contraindicaciones, una baja percepción del riesgo y una desconfianza creciente en las instituciones y servicios de salud, factores señalados por equipos pediátricos en ejercicio [11].

Todo esto ocurre en un ecosistema digital que transforma la manera en que circulan las ideas sobre salud. La oposición a las vacunas no es un fenómeno nuevo, pero la velocidad y el alcance con que hoy se amplifican ciertas narrativas sí lo es.

Aquí es donde el fenómeno se vuelve más complejo. Lejos de ser un movimiento homogéneo, reúne elementos diversos: desconfianza institucional, lecturas pseudocientíficas, uso político de la incertidumbre y la amplificación algorítmica de mensajes que privilegian el impacto emocional sobre la veracidad.

Las redes sociales funcionan como un terreno fértil: promueven contenidos simples, cargados de alarma o sospecha, frente a un campo —el de la inmunización— que requiere explicar procesos biológicos y epidemiológicos que no siempre son intuitivos. En ese entorno, la evidencia suele tener menos alcance que la indignación.

Foto de Gustavo Fring (Pexels)
Foto de Gustavo Fring (Pexels)

Consecuencias y estrategias de recuperación

El descenso de las coberturas vacunales no produce un impacto inmediato ni uniforme en todo el país, pero sí configura un escenario en el que aumentan los riesgos epidemiológicos, sociales y ambientales. Las consecuencias no siempre son visibles de forma instantánea —porque dependen de factores como la movilidad poblacional, las condiciones territoriales o la dinámica de circulación—, pero la experiencia internacional demuestra que cuando la inmunidad comunitaria cae por debajo del umbral recomendado, la posibilidad de reemergencia de enfermedades prevenibles se incrementa.

El panorama se vuelve aún más complejo en territorios con vulnerabilidades ambientales y sociales preexistentes. Allí donde el acceso al agua segura es irregular, el saneamiento es insuficiente, la urbanización es precaria o la interacción con vectores y fauna silvestre es más frecuente, la caída de la vacunación se superpone con otras desigualdades.

En este momento histórico, vacunar es un acto social que trasciende al individuo. Pero sobre todo, es una decisión sanitaria, política y ambiental que contribuye a sostener la trama de protección colectiva que vincula salud, ambiente y territorio.


NOTAS

  1. World Health Organization. (2017). Measles vaccines: WHO position paper – April 2017. Weekly Epidemiological Record, 92(17), 205–228.
  2. Sociedad Argentina de Pediatría. (2023). Coberturas de vacunación: un desafío para el pediatra. Archivos Argentinos de Pediatría, 121(6), 1–9.
  3. Sociedad Argentina de Pediatría. (2025). 4° Informe Especial del Observatorio de la Infancia y Adolescencia: Coberturas de vacunación 2015–2024. SAP.
  4. Ministerio de Salud de la Nación. (2022). II Informe sobre el impacto de la pandemia sobre las coberturas de vacunación. Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles.
  5. Alonso, M., et al. (2024). Behavior of ionophore antibiotics in aquatic environments in Argentina.
  6. Wright, G. D. (2007). The antibiotic resistome: the nexus of chemical and genetic diversity. Nature Reviews Microbiology, 5, 175–186. https://doi.org/10.1038/nrmicro1614
  7. Amábile-Cuevas, C. F. (2021). Antibiotic resistance from, and to the environment. Environmental Science, 8(1), 18–35.
  8. FAO, WHO & OIE. (2022). One Health Joint Plan of Action 2022–2026.
  9. World Health Organization. (2023). Rabies: Key facts. WHO. https://www.who.int/health-topics/rabies
  10. Umar, F. (2024). Climate change, urbanization, and zoonotic diseases: A narrative review for public health resilience. Jurnal Riset Kualitatif dan Promosi Kesehatan, 3(1), 1–12. https://doi.org/10.61194/jrkpk.v3i1.671
  11. Sociedad Argentina de Pediatría. (2023). Coberturas de vacunación: un desafío para el pediatra. Archivos Argentinos de Pediatría, 121(6), 1–9.